jueves, 31 de julio de 2014

Millonarios rusos provocan un boom en el mercado del arte

Los millonarios rusos compran arte en las principales subastas internacionales y elevan los precios de las obras maestras rusas a nuevos récords.

Fuente: RBTH





En 2004 el multillonario ruso Víktor Vekselberg adquirió los nueve legendarios huevos de Pascua imperiales de Fabergé de la colección Forbes por más de 100 millones de dólares. Según Darin Bloomquist, responsable del departamento de objetos rusos de Sotheby's, esto marcó un hito que multiplicó la participación rusa en subastas en el Reino Unido.

¿Cuál es el motivo de este florecimiento? La respuesta es simple, dice el director William MacDougall: “La nueva riqueza en Rusia.”Desde 2003, Sotheby's ha vendido casi 1.000 millones de dólares de arte ruso, casi diez veces el importe que se alcanzó en la década previa. Durante los cinco últimos años, el número de postores para obras de más de 500.000 libras casi se ha doblado. El boom del arte ruso también alcanza otras casas de subastas: en la última década, las ventas de arte ruso en Christie's han crecido anualmente un 35 %, y un 24 % en MacDougall's.
Vuelta a casa
Durante la era revolucionaria, los Fabergés y otras obras de arte fueron sacadas de Rusia en secreto, un éxodo del legado cultural del país que continuó durante el periodo soviético. Hoy, la mayoría del arte ruso sale de colecciones occidentales privadas, donde se ha conservado durante 70 años o más, y se vende en Londres a coleccionistas rusos que se lo llevan de vuelta a casa.
“Hace 30 años, lo compraban occidentales que buscaban chollos”, dice MacDougall. “Ahora, los rusos tienen más dinero y pueden volver a viajar. Vieron qué barato era el arte ruso en el extranjero, empezaron a comprarlo y los precios fueron subiendo.”
Hace un año en Londres, Bonham's alcanzó el récord mundial para un cuadro ruso en una venta de arte: la “Madonna Laboris”, de Nikolái Roerich, de 1931, que se vendió por 7,9 millones de libras. Recientemente, Sotheby's vendió un retrato de familia del maestro vanguardista Piotr Konchalovski antes de una subasta por 4,67 millones, más del cuádruple del anterior récord del artista.
Gusto moderno
En el pasado, el producto principal en el mercado de pintura rusa eran las obras del XIX, la era dorada del realismo en Rusia. Ahora, sin embargo, la atención se ha desplazado hacia el XX “Parece que el mercado se está moviendo hacia las obras modernistas, alejándose de los cuadros más canónicos, más tradicionales de Wanderers e Ilía Repin”, dice Sophie Law, de Bonham.
Sarah Mansfield, responsable del departamento de arte ruso de Christie's en Londres, está de acuerdo. “Sí, hace cinco o diez años, la pieza clave de cada temporada era siempre una obra del XIX. Pero en los últimos tiempos, Christie's ha obtenido precios fantásticos por las obras innovadoras, de brillantes colores, pintadas en la década de 1910 por los vanguardistas rusos.”

Entre ellos están “Naturaleza muerta con fruta”, de Ilía Mashkov, que se vendió hace poco en Christie's por 4,77 millones de libras, y Aristaj Lentulov, cuya “Iglesia en Alupka” alcanzó los 2,1 millones. Ambos precios fueron récords mundiales para estos artistas.
El realismo gana adeptos
Quizá el desarrollo más sorprendente es el creciente interés en el arte realista soviético, que cada vez está mejor representando en las subastas y las exposiciones, como la de Deporte Soviético de Sotheby's del pasado invierno.
Los millonarios Filatov y Bonís Ananiev están entre los nuevos coleccionistas más ávidos de arte realista del socialismo. “Es el arte de la época en la que nací, cuando estudié, una época que he vivido”, dice Ananiev.
Según Lavery, uno de los pintores soviéticos más de moda en la actualidad es Alexander Deneika, que aplicó un diseño innovador a las representaciones idealizadas de trabajadores y atletas.
El audazmente geométrico “Joven diseñador” de Deneika es la estrella de la próxima subasta en la Semana de Arte Ruso de Sotheby's, donde se espera que alcance entre 2 y 3 millones de libras. La creciente popularidad de los temas soviéticos también se extiende a la porcelana, con una figura de la era de Stalin, “Pionero con tambor”, que se espera alcance hasta 35.000 libras.
Mientras tanto, los Fabergé y otros objetos únicos mantienen su popularidad, pero los compradores son ahora mucho más sagaces. “En el mercado actual, la clave es la calidad”, dice Helen Culver Smith, del departamento de arte ruso de Christie's en Londres.
Conexiones reales
“Los coleccionistas son exigentes y buscan obras de procedencia aristocrática, real o imperial”, explica, citando un “magnífico” par de jarrones de la Fábrica de Porcelana Imperial que saldrán a la venta en la Semana de Arte Ruso de Christie's.
En Sotheby's, una subasta de objetos que pertenecieron a la Gran Duquesa María Pavlovna, recuperados recientemente en Suecia y que incluían una cigarrera y unos gemelos de Fabergé, obtuvo más de 7 millones de libras, siete veces lo que se esperaba.

Entre los objetos sin relación con la nobleza, las grandes piezas de esmalte y plata que “tienen un aspecto más ruso, más eslavo” son tendencia, dice Bloomquist, y normalmente alcanzan “precios fantásticos” en las casas de subastas.La importancia de este vínculo con la realeza incluye también a los manuscritos, como el manuscrito de heráldica imperial de 1769 que alcanzó un precio de más de 205.000 libras el año pasado en la sede londinense de Christie's.
La gran mayoría de los que compran pintura y porcelana rusas en el Reino Unido son rusos, explican los expertos, mientras que los occidentales normalmente están más interesados en el mundialmente famoso Fabergé. En algunos campos de la pintura, sin embargo, está más equilibrado.
“Cuando hablamos de vanguardias rusas, no hay ni que decir que artistas como Natalia Goncharova, El Lissitzki y Vassili Kandinski atraen tanto a compradores occidentales como rusos”, comenta Frances Asquith, responsable del departamento de pintura rusa de Sotheby's.El atractivo de Kandinski

Aunque la economía rusa ha sufrido una crisis esta primavera, las casas de subastas y los compradores anticipan que esto tendrá poco impacto en las próximas subastas. “Los rusos invierten en su cultura nacional”, dice MacDougall. “La tradición de los grandes coleccionistas ha vuelto.”

miércoles, 30 de julio de 2014

El destino de los asesinos del último zar


En 1918 los bolcheviques fusilaron a los once miembros de la familia Romanov. Los principales implicados en aquel pelotón de ejecución ostentaron una posición respetable dentro de la sociedad soviética.

Fuente: RBTH


Al día de hoy, 96 años después del asesinato de la familia real rusa, no se sabe a ciencia cierta cuántos asesinos estuvieron involucrados en el regicidio. Según una versión, fueron ocho los implicados en el regicidio. Conforme a otra, el número se eleva a once, tantos como víctimas de la matanza. 


Los que desempeñaron un papel más relevante en el pelotón de ejecución fueron Yákov Yurovski y Medvédev-Kudrin. 
Posteriormente escribieron unas memorias en las que describieron en detalle la noche del asesinato. Ambos se sentían orgullosos de su papel en la historia. Los dos, hasta el final de sus vidas, ostentaron altos cargos de la administración y disfrutaron de una posición respetable en el seno de la sociedad soviética. 
En 1918, Yákov Mijáilovich Yurovski (1878-1938) era comandante de la casa Ipátiev, en Ekaterimburgo (Sverdlovsk, en tiempos soviéticos), donde mantenían bajo arresto a la familia real, y presidió el pelotón de fusilamiento que acabó con la vida del último emperador de Rusia, junto con su esposa y sus cinco hijos. 
 
El sótano de la casa de Ipatiev trás la ejecución de la familia Romanov. Fuente: Archivo
Según Yurovski, él disparó mortalmente contra el zar. La participación de este, que era judío, en el regicidio permitió afirmar después a los nacionalistas que “a nuestra padrecito el zar lo mataron los ‘inorodtsy’ (habitantes no rusos durante el zarismo)”. En realidad, los ‘inorodtsy’ eran sólo dos: él y el fusilero letón Tselms, cuya participación en el asesinato no está definitivamente probada. 
Yurovski, de profesión joyero, se propuso encontrar los diamantes de la familia real en la noche de la ejecución. Y, en efecto, los encontró: después de registrar los cadáveres descubrieron que entre la ropa de las hijas del zar habían cosido abundantes joyas (pesaban más de ocho kilos). 
Yurovski entregó todos los objetos de valor al comandante del Kremlin de Moscú. Los primeros bolcheviques eran gente bastante desinteresada en el plano material, pero de una crueldad infinita. 

En la hoja de servicios de Yurovski, figuran los cargos de presidente de la Cheká provincial de los Urales, Jefe del Tesoro del Estado Soviético (Gosjran) y director del Museo Politécnico de Moscú. Todos ellos eran puestos de muy alto rango y de importancia estratégica en los primeros años del gobierno soviético. 
Murió en el hospital del Kremlin cuando ser atendido allí era un privilegio reservado a muy pocos, especialmente destacados funcionarios del Estado. El diagnóstico: una úlcera péptica. Según testigos presenciales, su agonía fue dolorosa. 
Una cuestión de orgullo y la redacción de las memorias   
Algunos de los asesinos del zar eran amigos entre sí y se veían a menudo. Yurovski, Goloschekin y Medvédev, todos ellos participantes en la ejecución, a veces rememoraban el crimen mientras tomaban una taza de té. 
Les gustaba hablar especialmente de quién había sido el primero en disparar aquella noche. Una vez, Yurovski llegó al encuentro con aire triunfal. Había recibido un libro publicado en Occidente, donde, blanco sobre negro, se leía que él era el asesino de Nicolás II. Estaba pletórico de felicidad. 
Mijaíl Aleksándrovich Medvédev-Kudrin (1891-1964) también ocupó cargos de relevancia después de la revolución. Durante un tiempo fue ayudante del jefe de la 1ª Sección Especial del NKVD de la URSS. 
Medvédev alcanzó el rango de coronel. Antes de morir dejó escritas unas memorias detalladas sobre el asesinato de la familia real rusa. El manuscrito, titulado “Torbellinos hostiles”, estaba dirigido al entonces dirigente de la URSS, Nikita Jruschov, pero nunca se publicó.En 1930, se dedicó a dar charlas sobre el regicidio en los institutos superiores provinciales. A finales de la década de 1950 se le asignó una pensión personal de 4.500 rublos, una cifra alta para la época. En un encuentro con estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Moscú(MGU) rememoró con sumo placer cómo, en 1918, él y sus compañeros bolcheviques ahorraron cartuchos y remataron con bayonetas a los enemigos de la clase trabajadora. 
En esas memorias impugna el papel dirigente de Yurovski y se atribuye el mérito principal en la aniquilación de la familia del zar. Medvédev fue enterrado con honores militares en el cementerio de Novodévichi, la necrópolis más prestigiosa de Rusia. En su testamento, Medvédev legó la pistola Browning con que mató a Nicolás II a Nikita Jruschov.
Después de la muerte de Medvédev, su hijo convenció al de Nikulin para que grabaran sus testimonios sobre los acontecimientos de la noche del regicidio en un estudio de radio.

Otro miembro del pelotón de ejecución, Radzinski, grabó sus recuerdos en un magnetófono: “Un hombre bajó al agua con cuerdas y sacó los cadáveres. El primero que sacaron fue el de Nicolás. El agua estaba tan fría que los rostros de los cadáveres estaban sonrojados, como si estuvieran vivos… El camión se atascó en un lodazal, y a duras penas avanzábamos… Y de pronto tuvimos una idea y actuamos en consecuencia… Decidimos que no encontraríamos un lugar mejor… Excavamos en el lodazal… sumergimos los cadáveres en ácido sulfúrico… Los desfiguramos… Cerca había una vía férrea… Llevamos las traviesas podridas para camuflar la tumba. Enterramos en el lodazal sólo a algunos de los ejecutados, a los otros los quemamos… Quemamos el cadáver de Nicolás, me acuerdo… Y el de Botkin también… Y creo que el de Alexis…”.Se cree que Nikulin fue un mero testigo que identificó los cadáveres de los miembros de la familia Romanov. No obstante, su hijo declaró al respecto: “Me acuerdo de que, en 1936, cuando yo todavía era pequeño, Yákov Mijáilovich Yurovski vino a vernos y escribió algo… Recuerdo que estaba precisando algunos datos con mi padre, a veces, por lo que recuerdo, discutían… Sobre quién fue el primero en disparar contra Nicolás II… Mi padre decía que era él quien había disparado primero, pero Yurovski lo rebatía, afirmaba que había sido él…”.

A principios de la década de 1980, a Yuri Andrópov, por entonces jefe del KGB, le gustaba escuchar algunas tardes los testimonios de los regicidas. Según se dice, estas grabaciones se conservan todavía hoy en los archivos del Comité para la Seguridad del Estado.

martes, 29 de julio de 2014

Daniel Barenboim aprovechará su festival en Buenos Aires para impulsar la paz en Medio Oriente

El maestro y director de orquesta resaltó anoche que "Argentina es el único país del mundo donde uno puede ser polaco, judío, todo lo que sea y ser argentino, y no hay una contradicción".

Fuente:Télam

Barenboim formuló estas declaraciones en una conferencia de prensa ofrecida en el Teatro Colón, donde se anunció el programa del Festival que lleva su nombre y que se desarrollará del domingo 3 de agosto al martes 12 en el Teatro Colón.

El prestigioso director de Orquesta confesó que era "muy consciente de que con la edad crece la nostalgia pero esto no es una cosa nostálgica porque, con los años y toda la experiencia, me doy cuenta de todo lo que Argentina me dio desde chico". 


A lo largo de diez días, Barenboim se presentará en diferentes formatos, y ofrecerá conciertos donde convivirán el humor de Les Luthiers, el virtuosismo de la pianista Martha Argerich y, por tercera vez en Argentina, la Orquesta West - Eastern Divan que Barenboim fundó junto al filosofo y teórico musical palestino Edward Said y que está integrada por músicos israelitas y árabes.

Sobre la diversidad cultural que existe en la Argentina, Barenboim opinó que nuestro país "creció, en gran medida, gracias a los inmigrantes que vinieron desde principios del siglo XX. Fue una inmigración económica y no política. Los inmigrantes que vienen por su propia voluntad, aunque sea por algo tan material como la economía, tienen otra actitud hacia el país y la población lo mira de forma diferente que a aquel que viene en busca de refugio. Ese factor dio la posibilidad de una convivencia entre múltiples identidades sin ningún problema".

En la misma línea, manifestó cuando "empezamos con todo el proyecto de la Orquesta, no me di cuenta de la conexión entre la orquesta lo que había aprendido subconscientemente en Argentina. No creo que hubiera podido dar el paso y crear este proyecto con mi amigo (Edward Said) si no hubiese tenido la preparación psicológica para hacerlo".

Sobre el conflicto de medio oriente que atraviesa la formación de su Orquesta West- Eastern Divan, Barenboim expresó que Israel "está en una situación en el que uno no se puede sentir bien y para mí, personalmente, es algo absolutamente inaceptable".

Junto a Barenboim se encontraba Miriam Said, viuda del filósofo y critico literario palestino, quien señaló que el mensaje de la Orquesta, "es el humanismo en que mi marido creía y el que hace a la resistencia misma. Este mensaje nos permite tener la fuerza posible para combatir las grandes injusticias que están sucediendo.

Por su parte, Barenboim se explayó sobre el conflicto en Medio Oriente al señalar que "dejando de lado la moral y pensando en la estrategia -continuó- todas las guerras un día terminan, ya sea bien, mal, con o sin compromiso pero con más de mil muertos en Gaza, la mayoría civiles y más del 50 por ciento niños, el odio que se está distribuyendo a gente tan joven, a chicos, no lo va a poder parar ningún proceso de negociación política y se impide la creación de un futuro mejor".

"La West-Eastern Divan Orquesta está en una situación de enorme sensibilidad con la guerra. Hay parientes de músicos de ambas partes que se están matando y a pesar de esa guerra tan cruel y espantosa no hay un músico ni árabe ni israelí que haya anulado su participación. Eso en cierto modo es un gran gesto también hacia Argentina", explicó sobre la situación  emocional de los integrantes de la nucleamiento musical que formó.

El Festival Barenboim será inaugurado el domingo 3 por la Orquesta West-Eastern Divan que interpretará piezas de Maurice Ravel y la pianista Martha Argerich que recreará "Concierto para piano y orquesta No. 1 en Do mayor, Op15", el domingo 3 de agosto a las 17.

El lunes a las 20, la orquesta repasará, junto a las voces internacionales Peter Seiffert, Waltraud Meier, Ekaterina Gubanova y René Pape, un repertorio que contempla los tres actos de la ópera "Tristán e Isolda" del compositor alemán Richard Wagner. El concierto se repetirá el miércoles 6 y martes 12 a las 20 y el domingo 10 a las 17.

El miércoles 5 a las 20, Barenboim y Martha Argerich interpretarán, a dúo de pianos, piezas de Wolfgang Mozart, Igor Stravinski y Franz Schubert.

Sobre su presentación junto a Argerich, junto a quien conforman a los dos máximos representantes argentinos en la música clásica, Barenboim señaló que "es una alegría profunda porque va a tocar con nosotros Marta Argerich, alguien a quien amo y admiro hace muchos años pero no hay nadie en el mundo que toque el piano tan bien como ella y me incluyo en la lista pero encuentro que en los últimos años adquirió una dimensión artística, musical enorme que en cada ocasión que tocamos es una felicidad enorme".

El sábado 9 a las 20, la pianista Argerich, el Maestro Barenboim y los cómicos de Les Luthiers, por primera vez juntos y compartiendo el escenario, recrearán "La historia del soldado" de Stravinski y "El carnaval de los animales" de Camille Saint-Saënes.

En tanto el domingo 10 a las 20, el Maestro Barenboim ofrecerá, junto al ex presidente del gobierno español Felipe González, una charla sobre "Música y reflexión".

Sobre el carácter reflexivo del festival, Barenboim subrayó que la música "no está viviendo en una torre de marfil que no tiene nada que ver con la vida. La música es una parte orgánica de la sociedad, o mejor dicho, debería serlo. El hecho de que haya tanta gente y tanto interés como demuestra el público, es aún más interesante cuando se piensa que en las escuelas no se estudia música y eso es justamente lo que convirtió a la música en una torre de marfil".

En cuanto a Felipe González, explicó que es un miembro "de honor en este festival. Fue el primero que reunió a los israelíes y palestinos para hablarse directamente en el año 1991 en Madrid donde las negociaciones avanzaron productivamente y ve en el Divan el único proyecto que hoy en día permite a israelitas, palestinos y otros árabes, poder hacer algo constructivo y positivo juntos porque no es un proyecto político, cada uno tiene su opinión pero todos aceptan una regla de base que es, estamos convencidos, de que no hay una solución militar para este conflicto".

La novedad del encuentro musical reside en la participación de Les Luthiers. Al respecto Barenboim sostuvo que es "un gran admirador de Les Luthiers. Estuve presente en el primer concierto de ellos en Madrid, creo que hace 40 años de eso y me divertía a muerte cada vez que los veía. La idea se la debo a mi esposa, a mí nunca se me hubiera ocurrido".

Con el objetivo de trasladar la cultura hacia el sur en esta oportunidad, Barenboim ofrecerá el domingo 10 a las 11 un concierto gratuito junto a su Orquesta West - Eastern Divan en Puente Alsina.

lunes, 28 de julio de 2014

“Cien años después” La Academia de Bellas Artes bajo la lente de Valery Katsuba

Karl Bulla (1853-1929), padre del fotoperiodismo ruso, encuadró con su cámara un sinfín de escenas de la entonces capital del Imperio. Considerado el gran cronista de la ciudad, es autor de algunos de los retratos más célebres de su época. Dejó al Archivo Estatal de Leningrado un legado de más de 130.000 negativos, memoria visual del cambio de siglo en Rusia. Una de estas imágenes captó la atención de Valery Katsuba cuando llevaba a cabo una investigación en el Archivo Estatal de fotografía y cine documental de San Petersburgo. Se trataba de la instantánea de una clase de dibujo al natural, tomada en la Academia de Bellas Artes. Inspirándose en esa fotografía, Katsuba realizó, en la misma localización, la serie “Cien años después”, en la que ha plasmado el recogimiento de los estudiantes de arte, absortos en su trabajo.

Fuente: RBTH - Katsuba.net


El joven prusiano Carl Oswald Bulla recaló en San Petersburgo en 1865. Su aventura rusa empezó con un empleo como “chico para todo” en un negocio de suministros fotográficos. Desde entonces nunca se separó del mundo de la fotografía. Ideó un sistema de placas sensibles que comercializó por toda Europa, abrió su primer estudio en el nº61 de la calle Sadóvaia e inmortalizó a las grandes figuras de la sociedad, la política y la intelectualidad rusas. Tal era su prestigio que, en 1886, consiguió el permiso de las autoridades para fotografiar en cualquier punto de la ciudad, todo un privilegio y una ventaja, pues la censura había constituido una seria cortapisa para el desarrollo de este oficio en Rusia.


                                                                      

Su interés, omnívoro, no conocía límites en cuanto a género y técnica. Exteriores e interiores, fotografía nocturna y diurna, luz natural y artificial, paisaje y reportaje, retratos por encargo y fotoperiodismo. A él le debemos retratos de Lev Tolstói en Yásnaia Poliana, de Vladímir Nabokov con siete años, sentado con un libro de mariposas sobre las rodillas, de Grigori Rasputin flanqueado por el mayor Putianin y el coronel Lotman, de Leonid Andréiev con su mujer o de Chaliapin tocando el piano. Pero también documentó tanto la vida cotidiana de la urbe como los grandes acontecimientos históricos. El auge de las publicaciones periódicas que incluían material gráfico y el mercado creciente de las tarjetas postales sirvieron de estímulo para que fotógrafos como Karl Bulla exploraran todas las posibilidades del medio.
La importancia de Bulla en el desarrollo de la fotografía rusa, relegada en la época soviética (a sus dos hijos, también fotógrafos, se les represalió en la década de 1930), fue finalmente puesta en valor tras la gran retrospectiva que se le dedicó con motivo del tricentenario de San Petersburgo, el escenario principal de sus fotografías, y el 150º aniversario de su nacimiento. Hoy, en la calle Malaia Sadóvaia, cerca del lugar donde estaba situado su antiguo estudio, se erige una escultura de bronce que representa a Bulla acompañado de su cámara de gran formato.
El fotógrafo que más ha dialogado artísticamente con Karl Bulla ha sido Valery Katsuba, quien inició su carrera como fotógrafo influido por sus investigaciones en el Archivo Estatal de fotografía y cine documental (CEAFCD), en donde se restaura y estudia uno de los fondos de fotografía antigua más importantes del mundo. Allí, por ejemplo, Katsuba descubrió el material visual que realizó Karl Bulla sobre las sociedades deportivas petersburguesas, cuyo primer club de fitness se inauguró en 1885. Los estudios de Karl Bulla -llegó a contar con tres en la ciudad, uno en plena Perspectiva Nevski- eran los preferidos de ciclistas, gimnastas y culturistas para retratarse. En esas imágenes los modelos miran a cámara, confiados y orgullosos de su aspecto físico, ignorantes de la profunda transformación que se avecinaba e iba a poner punto final a toda una época. Luego, durante el realismo socialista, el régimen promovió muchos aspectos propios de aquella estética que conformaron una parte importante del imaginario soviético, compuesto de grandes desfiles, espartaquiadas y héroes deportivos nacionales. Katsuba reflexionó sobre la evolución del canon de belleza, del ideal del cuerpo humano y la cultura deportiva -tomando a Karl Bulla como referente- en la serie fotográfica Phiscultura.
Ahora, en la serie “Cien años después”, el artista afincado en San Petersburgo vuelve a unir dos épocas con la Academia de Bellas Artes como nexo, centro educativo con más de dos siglos y medio de historia cuyo imponente edificio se encuentra a orillas del Nevá, custodiado por dos esfinges egipcias. Semyon Mikhailovsky, director de esta institución, recuerda que ya en el siglo XIX el centro contaba con un equipo y laboratorio fotográfico propio para documentar las obras de los artistas plásticos y las ceremonias que tenían lugar en la academia, y que por sus aulas pasaron algunos reputados pioneros de la fotografía rusa, como Andréi Karelin. Luego, dada la majestuosidad y la luz del edificio construido durante el reinado de Catalina la Grande, fotógrafos contemporáneos, tanto rusos como extranjeros, han escogido las instalaciones de la academia como localización para elaborar reportajes de moda y retratos editoriales. Es el caso también de Valery Katsuba, que fotografió para la edición inglesa de Harper’s Bazaar a la primera bailarina del teatro Mariinski, Oksana Skorik, en el museo de la Academia.
Junto a “Cien años después”, en la que ha incluido trabajos precedentes en los que la Academia de Bellas Artes ha servido como escenario, se exhibe el proyecto fotográfico “La mañana”, compuesto por retratos de personas en distintas ciudades del mundo durante el tránsito entre el sueño y la vigilia. Una exploración de las pequeñas rutinas íntimas que se siguen durante los primeros compases del día.Katsuba ha realizado una puesta en escena teatral de las clases de pintura y dibujo al natural con los profesores y estudiantes como protagonistas, ejercitándose en los mismos espacios que aparecen en las fotografías de Karl Bulla. Si en su precedente trabajo, Phiscultura, se centraba en los modelos, en esta ocasión su atención se dirige al silencio y concentración que reflejan los rostros de los jóvenes artistas, enmarcados en el clasicismo de la arquitectura, las esculturas y los bocetos.

Con un costo superior a los U$S 500 millones, se construirá un Parque Temático que recorrerá la historia Rusa


El multimillonario ruso Konstantin Malofeyev ha firmado un acuerdo con una empresa de parques temáticos francés para construir el primer parque de atracciones con temática histórica de Rusia, con inversiones por un total de hasta 18 billones de rublos ($ 512 millones), informó el lunes el diario Vedomosti. 

Fuente: Moscow Times


"Queremos crear un parque de entretenimiento como un lugar para varias horas de inmersión en la historia de Rusia a través de la actuación," dijo Malofeyev al diario, "el proyecto no tiene precedentes en el mercado turístico ruso" agregó.

Para llevar la idea a la vida, Malofeyev, fundador del grupo de inversión Marshall capital, se ha unido a Puy du Fou International, la compañía detrás del parque temático histórico popular de Puy du Fou, en la región de Vendée, en el oeste de Francia, que atrae a cerca de 1,5 millones visitantes al año.

El presidente de la compañía, Nicolás de Villiers, dijo al diario que están dispuestos a co-invertir y administrar el proyecto.

El fundador de Puy du Fou y político francés ha citado en un comunicado conjunto con su hijo Nicolás que "Rusia necesita uno de los principales proyectos turísticos dirigidos al desarrollo de su economía y la celebración de su pasado".

Un representante del departamento de inversiones de la región de Moscú confirmó el conocimiento de los planes.

Malofeyev no especificó el lugar exacto del parque, pero dijo que será construido en 300 hectáreas de tierra cerca del Hotel Tsargrad - un complejo hotelero y de entretenimiento que Malofeyev posee en la región de Moscú. El parque se abrirá entre 2,5 o tres años ", dijo.

domingo, 27 de julio de 2014

Recorriendo la historia del joyero de los Romanov

LOS HUEVOS DE PASCUA FABERGÉ
Fuente: Fabergé.com

La historia de Fabergé está inextricablemente ligada a la vida, al amor y a la tragedia del último Romanov, zar Nicolás II y su emperatriz Alexandra, y para la Revolución Rusa que cambió el curso de la historia mundial. De origen hugonote, con una imaginación febril, el talento proteico e instintos empresariales, Peter Carl Fabergé se convirtió en el joyero y orfebre de la gran corte imperial rusa, creando joyas y objetos exquisitos, incluyendo la legendaria serie de fastuoso e ingenioso Imperial huevos de Pascua. 




Su reputación en todo el mundo atrajo a la realeza, nobleza, magnates, los industriales y la intelectualidad artística de París, Moscú, San Petersburgo y Londres. En 1917, la Revolución Rusa trajo un final violento, no sólo a la dinastía Romanov, sino también a la Casa de Fabergé. Los bolcheviques tomaron los talleres de Fabergé y sus tesoros, toda la producción se cerró y Peter Carl Fabergé y su familia huyeron de Rusia.

En un acuerdo legal en el año 1951, la familia Fabergé perdió el derecho a producir y sobre sus diseños del mercado bajo el nombre de Fabergé. Sin embargo, a través de décadas del siglo 20, el noble nombre Fabergé, separado de la familia a pesar de sus intentos de honrar y perpetuar su legado, mostró una resistencia extraordinaria. En todo momento, la leyenda ha conservado su mística, el carisma y la imponente romance, junto con un cierto enigma ligada al misterio del paradero de muchos Fabergé y sus icónicas obras de arte.
Historia cerró el círculo en octubre de 2007, cuando Fabergé, bajo nueva gerencia y dirección, anunció la reunificación del nombre Fabergé con la familia Fabergé. Esto abrió un nuevo capítulo en la historia intrigante de Fabergé, y sentó las bases para una revitalización total del nombre Fabergé y la filosofía, en sintonía con sus valores originales, la estética y el espíritu. Fabergé fue relanzado el 9 de septiembre de 2009 con tres Les Fabuleuses De Fabergé Alta Joyería Colecciones - Les Fleurs, Les Fables y Les fauves de Fabergé.

       
                                                
                                                                                     

Hoy, con Katharina Flohr como creativa y directora general, y su equipo creativo interno, Fabergé está forjando una fuerte identidad. Rindiendo homenaje al genio de Peter Carl Fabergé como artista-joyero visionario, y beneficiarse de la experiencia y orientación de Tatiana y Sarah Fabergé, sus bisnietas, colecciones de Fabergé contemporáneos están imbuidos de la poesía, el arte y los ideales refinados de belleza que son posibles por la artesanía sin igual, la innovación y el ingenio, todo subrayado con un compromiso emocional fuerte. 
Distinguido por la dedicación de Fabergé con la excelencia y la búsqueda de la perfección, las joyas están ambos relacionados con el mundo de Fabergé, aún del momento y relevante hoy en día, lo que demuestra la modernidad que Peter Carl Fabergé siempre fue capaz de traer a sus propias referencias culturales y estilísticas eclécticas.

Centenario de la Primera Guerra Mundial

La guerra que configuró el mundo en que vivimos

Fuente: eltiempo.com


Era primero de enero de 1914 y parecía de verdad que ese año que apenas empezaba iba a ser uno apacible y feliz, muy feliz. Incluso las estrellas destilaban optimismo ese día, con Marte y Pólux brillando desde muy temprano en el cielo del norte. Varias ciudades europeas pasaron maravilladas la Nochevieja con el estreno del Parsifal de Richard Wagner, que durante dos décadas había sido objeto de un severo veto de su autor para que no se tocara por fuera del Teatro del Festival de Bayreuth.
Pero ya era 1914, desde las 0 horas, cuando sonaron las primeras notas del preludio de la ópera. El veto había caído: en Berlín, en Bolonia, en Praga, en Budapest, en Roma. La música sonó. En Barcelona se hicieron los sordos y empezaron media hora antes, a las 23:30 del 31 de diciembre de 1913: qué más daba, ya pronto sería un nuevo año para todos, un gran año. El periódico estadounidense The Evening News dijo en su editorial: “No ha habido tantos años en que los augurios de un buen año fueran tan brillantes como en este…”.
Hoy sabemos que debajo de esa ingenua placidez dormía un volcán a punto de estallar en mil pedazos, y que muy pronto su lava se iba a desbordar sin que nadie pudiera hacer nada para evitarlo. Se ve en las fotos de los que fueron a la Guerra: la incredulidad y el aturdimiento, la nostalgia por el mundo que se les iba entre las manos. La Belle Époque dejaba de serlo; la calma de la víspera era la que antecede a las tormentas. La calma, el temporal, la tempestad. Tempestades de acero. 
¿Qué ocurrió? ¿Cómo es posible que un mundo que parecía instalado para siempre en sus conquistas y en sus triunfos se saliera de cauce, hasta el desastre? En lo que iba corrido del siglo XX había habido conflictos y problemas, sin duda, siempre los hay. Pero parecía que por fin la humanidad había llegado a la ‘altura de los tiempos’, a la cima: en la ciencia, en la política, en el arte, pocas veces las cosas habían estado mejor. Como dijo José Luis Comellas: sin hambre, sin peste y sin guerra.
Solo que tanta dicha pendía de un hilo: del sutil equilibrio que las potencias europeas, dueñas del mundo y enemigas históricas, habían logrado durante el siglo XIX: ese “siglo largo” del que hablaba Eric Hobsbawm, y que según él empezó en 1789 con la Revolución Francesa, y terminó en 1914, justo con el inicio de la Gran Guerra. El siglo de la industrialización y la consolidación de los imperios coloniales, el de la exacerbación de los nacionalismos. El siglo de Marx y de Nietzsche, de Dickens y Garibaldi. De Bismarck y de Rosa Luxemburgo.
Desde el Congreso de Viena, en el que las grandes monarquías de Europa, de 1814 a 1815, redibujaron su mapa ante la derrota de Napoleón Bonaparte, la historia política y diplomática del siglo XIX fue una sucesión agotadora de asambleas y congresos internacionales –en Verona, en París, en Londres, en Berlín– para garantizar la paz y el equilibrio del sistema. Como en un juego de naipes, o de ajedrez, en el que los dueños del mundo se lo repartían a golpes de audacia y sigilo. Como en una ruleta, también. 
Pero si en el plano político la doctrina de Viena era conservadora y buscaba la restauración del viejo orden, o por lo menos su invocación nostálgica, como el fantasma que era, en el plano social y económico, y cultural, nuevas fuerzas se abrían paso y encontraban a codazos una grieta y un pedazo de luz. Eran fuerzas muy dispares, además: la de la burguesía triunfante, verdadero motor de la industria, el imperio y el capitalismo; la de los pobres del mundo, rebelados contra la industria, el imperio y el capitalismo.
La de los anarquistas y los liberales, y los reaccionarios, y los socialistas, y los poetas, y los nacionalistas, y los románticos, y los opiómanos. La de aquellos que creían que su patria se merecía por fin un Estado, e incluso la de aquellos que creían que su Estado se merecía por fin una patria, por qué no. Revueltas por doquier y guerras que se hacían para que no hubiera guerras; imperios bajo cuya sombra se retorcía un enjambre de pueblos e intereses que no siempre eran los mismos. Ni su lengua ni su religión ni su pasado.
Las huellas imperiales
De los viejos imperios coloniales, el de Inglaterra era el único que sobrevivía de verdad, invicto y opulento: dueño y señor del mar, su capital era entonces –y lo fue durante mucho tiempo más– la capital del mundo. Así que su política fue siempre defensiva, buscando el equilibrio en el continente europeo y cuidando, eso sí, que a nadie se le ocurriera tocar sus posesiones de ultramar. Más ahora que España y Portugal y Holanda se habían hundido; ahora que eran un recuerdo y un escombro. 
Pero el problema estaba en el centro y en el este de Europa, donde aún humeaban, como brasas, las huellas de los ejércitos de Napoleón; huellas que borraría Bismarck. Allí Rusia buscaba acrecentar su poder –y lo hizo– a costa del Imperio Otomano, que sin embargo había sido el incómodo garante, durante cuatro siglos, de la estabilidad imposible en los Balcanes. Pero los búlgaros querían su independencia, y los serbios, y los rumanos, mientras Austria mostraba impotente sus manos cansadas, ahora que el poder estaba en Berlín y no en Viena.
Esa es, sin duda, otra de la causas de la Primera Guerra Mundial: la manera en que Otto von Bismarck consolidó la unidad del Imperio Alemán después de la guerra franco-prusiana (1870 a 1871), y las consecuencias para Europa que tuvo ese triunfo político y militar del Canciller de Hierro: el aislamiento diplomático de Francia, por un lado, y algo que empezó a preocupar en lo más profundo a Inglaterra, por el otro: el surgimiento del apetito colonial entre los reyes alemanes y su pueblo.
Entre 1877 y 1878 –haciendo casi un recuento taquigráfico; nunca hay suficiente tiempo para el pasado– el Imperio Ruso, otro viejo fantasma, derrotó al Imperio Otomano en una guerra en la península de los Balcanes y en el Cáucaso. No lo hizo solo, no: Serbia, Rumania, Montenegro y Bulgaria pelearon a su lado, buscando sacudirse del dominio turco. Y lo lograron. Se hizo entonces el Congreso de Berlín, en el verano del 78, para que las potencias se repartieran una vez más el botín.
Fue allí donde el Imperio Austrohúngaro se adueñó de Bosnia y Herzegovina, con un sutil ropaje de protectorado que le duraría hasta 1908, cuando se la anexionó ya del todo, sin pretextos ni modales. Pero era obvio que algo así lo enfrentaría con Rusia, y sobre todo con aquellos que reivindicaban en los Balcanes el ‘Paneslavismo’: la unidad de los pueblos eslavos, divididos en el sur no solo por razones religiosas sino también por razones políticas e ideológicas.
Así que el incendio ya estaba prendido, pero como en los viejos caserones cuando hay un corto circuito: solo por dentro al principio, devorando a su paso la madera y las vigas, las entrañas. Exhalando el olor del fuego que aún no se ve. “Truenos subterráneos”, los llamó Alfonso Reyes. Era cuestión de tiempo –la cuenta regresiva del reloj, seis años, cinco, cuatro…– para que el polvorín explotara y el mundo con él.
Aunque a Inglaterra no le preocupaban tanto esas cosas; ya llegaría el momento de hacerlo. Pero la actitud del Imperio Alemán sí, ahora en manos del káiser Guillermo II, un arrogante e impetuoso dispuesto a hacer valer a cualquier costo su poder y sus planes. Eso precipitó la alianza inglesa con Francia y luego con Rusia: con la primera en 1904 para garantizar el orden colonial en el África del norte; y con la segunda en 1907 para garantizarlo en Asia central y en India. La ‘Triple Entente’.
En 1911 vino la segunda crisis marroquí –la primera había sido en 1905, casi con los mismos actores–, cuando una rebelión contra el sultán hizo que Francia enviara tropas a protegerlo y a salvarlo; a eso se había comprometido, qué remedio. El káiser mandó entonces hasta Agadir un delegado de negocios suyo, Herman Wilberg. Luego, con el argumento de que su hombre corría peligro, envió un buque cañonero, el Panther. Solo que el barco llegó antes.
Daba igual: la guerra ya era un hecho cumplido, el tiempo seguía corriendo. En 1912 y 1913 hubo dos guerras más en los Balcanes, tic, tac, tic, tac. Qué extraño: nadie parecía darse cuenta de nada. “¿Cree usted que pasará algo?”, le preguntó un amigo a Joseph Conrad. “Nada”, respondió el novelista. “Nada”.
1914 prometía ser un año apacible y feliz. En el verano la gente estaba más interesada en el juicio a Madame Caillaux o en ir al mar o al cine que en ir a la guerra. Era el “tiempo de la seguridad”, como dijo Stefan Zweig. Ese tiempo que estalló en mil pedazos de un fogonazo en Sarajevo.