sábado, 11 de febrero de 2017

Conozcan a Alejandro Ariel González, especialista en lengua y literatura rusas, y fundador de la Sociedad Argentina de Dostoievski

“Busco otro tipo de valores, que no sean occidentales"


Fuente: RBTH



Alejandro Ariel González







— ¿En qué momento surge la Sociedad Argentina Dostoievski?
— Es difícil definir desde cuando existe nuestra sociedad, no sé si hubo un momento concreto. Volví de Rusia en enero del 2014 y me empecé a reunir con gente que sabía que quería participar en algo así, comenzamos a conocernos y a juntarnos. A principios de este año redactamos una carta fundacional que firmamos.
El año pasado, el presidente de la Sociedad Internacional Dostoievski (1971), Vladimir Zajárov, visitó San Pablo, y entonces Alejandro halló una oportunidad única de traerlo a Argentina y hacer conocer su idea.
Hablé en la UNSAM -en donde participa en el programa "Lectura mundi"- para lograr que lo trajeran y, finalmente, vino seis días a Buenos Aires, dio una charla en San Martín y otra en la Biblioteca Nacional. No le presenté la sociedad, pero pude comentarle la idea. Luego viajé a Granada, al encuentro itinerante que la SID realiza cada tres años, y ahí se aprobó la inclusión de la SAD y mi presidencia y coordinación por Argentina.
Según Alejandro, la SAD tuvo existencia digital una vez que crearon el sitio web, en abril de este año.
“Entonces realizamos una charla en la Feria del Libro a la que vino mucha gente, ya como sociedad; hablamos sobre Crimen y Castigo  y presentamos lo que estábamos haciendo”, explica.

Memorias

— Te formaste como sociólogo...
— Estaba entre filosofía, letras y sociología. Elegí sociología porque le vi un perfil más profesional, pero no sé, a esa edad no razonás como razona un adulto. Elegir carrera es algo bastante cruel. Hoy pienso que acerté, pero en su momento tuve dudas; a mí la vida académica, en aquel entonces, no me interesaba tanto.
— Sin embargo...
— Trabajé como sociólogo en la municipalidad de Avellaneda, durante el Gobierno de la Alianza. La municipalidad estaba desactualizada, ordenamos datos e hicimos un trabajo estadístico importante. Además, daba clases en secundarios.
— ¿Y por qué Rusia? ¿En qué momento derivaste de la sociología a la traducción del ruso?
— Llegué al idioma porque me gustaba la literatura rusa, incluso antes de la carrera. A esa edad tenía cierto gusto por hacer cosas fuera del mainstream -sonríe-. Lo empecé a estudiar a los 22 años. Igualmente, no hubo un momento en el que rompiera con la sociología sino que fue paralelo. En diciembre de 2002 comencé a traducir con Colihue y después con Losada. Hice algunos trabajos, principalmente cerca del 2004 que hubo un "boom" editorial. Y en un momento tuve la idea de irme del país, tenía cerca de 30 años. Manejaba el francés y ya tenía un buen nivel de ruso.

El Doble

En 2005 Alejandro viajó y comenzó a buscar cómo hacer traducciones, mientras vivía de las clases de castellano que daba en San Petersburgo. Realizó estudios en la Facultad de Filología de la Universidad de Petrozavodsk y participó en un seminario de doctorado en donde conoció a Zajárov, antes de que se convirtiera en el presidente de la Internacional Dostoievski.
— Y entonces, habiéndote acercado a la literatura rusa de adolescente, y convertido ya en traductor, ¿Cuándo es que llegás a Dostoievski?
— Estudiando con Zajárov realizó una lectura de El doble que me impresionó. Realicé un trabajo de un año sobre las dos versiones del texto existente, nueve meses de investigación y tres de traducción. Llegó un momento en el que había leído tanto que necesitaba escribir, sacarlo.
Publicó su traducción para la editorial Eterna Cadencia, y orgulloso comenta que fue la primera vez que se tradujeron las dos versiones del texto, y un trabajo realizado al respecto. Finalmente, el Instituto de Traducción de Rusia, creado en el 2011, lo premió en el año 2014 por su trabajo.
“Fue una satisfacción muy grande. Lo viví como un punto de llegada, ¿Qué mejor? Fue una forma de ir cerrando 'lo ruso' y volver a Argentina. A partir de algo así las editoriales me empezaron a tener en cuenta”.
EL TRADUCTOR
— ¿Crees que es posible que un lector argentino actual se acerque a un autor ruso del siglo XIX? Digo, la literatura rusa ha llegado aquí mediada por otras tradiciones literarias...
— Ese es un 'caballito de batalla' que tengo. Deberíamos dejar de leer a los rusos desde Francia o Inglaterra, y elaborar una lectura propia. Hay una cuestión de esnobismo, si algo se pone de moda en París, en Oxford o en Harvard, prestamos atención porque es hegemónico.
— ¿Y qué resultados pensás que tendría el acercamiento y la integración con la cultura rusa?"
— En principio eso, evitar la centralidad hegemónica. Por otro lado, mi trabajo tiene una intención. Mi motivación para mirar a Rusia es que los valores de Occidente no me terminan de 'cerrar'. Lo ruso en mi vida responde a buscar otro tipo de valores. Lo que encuentro en Dostoievski o en Tolstói es el sentido que tiene, si es que hubiera alguno, lo que hago. Siendo un país periférico tenemos una ventaja, que es mirar con lejanía a los centros. En Argentina tenemos la posibilidad de acceder a distintas lecturas.
LO QUE VIENE
“Se está sumando gente a la sociedad, principalmente de letras, aunque tenemos entre nosotros distintos profesionales, de edición, bibliotecología, estudiantes de ruso, un psiquiatra... Queremos ser un lugar de encuentro de estudios eslavos”, anuncia Alejandro.

https://sociedaddostoievski.com/ 

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