Fuente: RBTH
Durante la época soviética, la dacha era algo fundamental en la vida de cada ciudadano: en su huerto cultivaban alimentos para llevar a sus mesas prácticamente vacías. Ahora los expertos advierten que, debido a las sanciones que prohíben los productos occidentales, muchos rusos podrían volver a utilizar estos terrenos para cultivar sus propios productos.
La explicación es sencilla: debido a las restricciones a la importación de alimentos se han disparado una gran cantidad de factores inflacionarios, comenta la directora del Centro de Desarrollo de la Escuela Superior de Economía, Natalia Akindinova.
“En estas condiciones, los grupos de la población que tienen unos ingresos bajos y destinan la mayor parte de ellos a comprar alimentos, deberán intentar autoabastecerse y la vuelta al cultivo en sus dachas es una opción, - comenta la experta. – Además, muchos ya poseen estos terrenos y lo único que tendrán que hacer es comenzar a trabajarlos más activamente”.
Además, el gobierno declara esta necesidad abiertamente: hay que estimular a la gente para que vuelva a sus huertos, según indican, por ejemplo, en la región de Uliánovsk. En San Petersburgo incluso se aportan cifras: unas 622.000 familias se dedican a cultivar alimentos, en 2013 se cultivaron casi 500.000 toneladas de productos y este año se espera un volumen mayor.
En general, la situación en el país es realmente sorprendente. Según la Fundación Opinión Pública, a día de hoy un 59% de los rusos tiene dacha, aunque la cifra varía dependiendo de la ciudad (por ejemplo, en Moscú este índice no supera el 41%).
“Por ahora es pronto para decir si estas fluctuaciones se deben a la difícil situación económica actual, - comenta Irina Ósipova, analista de la Fundación Opinión Pública. – La temporada está finalizando, por lo que no podremos llevar a cabo una investigación hasta el año que viene. Después de todo, nadie se va a dedicar a producir parmesano en su dacha. Sin embargo, en periodos de crisis y de subidas de precios los alimentos cultivados en las dachas realmente han servido de ayuda”.Para la mitad de los rusos, las frutas y verduras cultivadas por ellos mismos son “un importante extra además de los productos comprados” (en 2014 estás declaraciones corresponden a un creciente porcentaje de la población, un 54% frente al 49% de hace dos años). Por otro lado, el porcentaje de personas para las que las verduras cultivadas en las dachas suponen un extra no tan importante se ha reducido (de un 20% a un 17%).
Los investigadores observan un nuevo auge del interés de los rusos por las dachas, aunque al parecer este interés está relacionado con otros factores: la moda de la ecología, los productos ecológicos y un estilo de vida sano.
“Si bien a mediados de la década de los 2000 muchos pasaron de cultivar frutas y verduras a plantar flores, ahora vemos una vuelta a los productos de huerto, - señala Ósipova. – Naturalmente, siempre que preguntamos sobre alimentos, los rusos prefieren mayoritariamente los productos locales, ya que los consideran más ecológicos y sanos”.
Los expertos aseguran que se está produciendo una vuelta a la naturaleza y en el futuro es incluso posible una recuperación del uso de las dachas. Aunque esto también conlleva ciertos peligros.
“Desde el punto de vista social, la gente puede compensar su consumo, esto es algo bueno. La moda de un estilo de vida más ecológico también es una buena idea, - opina Natalia Akindinova. – Pero, naturalmente, esto provoca una baja productividad y, en general, tiene una influencia más bien negativa en la economía, ya que la gente se distrae de su actividad principal. Es decir, el hecho en sí de tener un terreno fuera de la ciudad y pasar en él el tiempo libre es algo normal, pero utilizarlo para procurarse el alimento cotidiano es una práctica cuestionable para un país normal”.
Vladímir Kaganski, geógrafo, conocido científico y publicista, es un feroz crítico de las dachas “como fenómeno social de masas”, y pide resaltar especialmente la palabra “masas”. Sus ideas suenan bastante convincentes: el territorio de dachas construidas alrededor de las grandes ciudades ha destruido la estructura del aprovechamiento de la tierra y los recursos naturales.
Por ejemplo, la región de Moscú se ha vuelto un territorio fragmentario, es decir, los bosques y las tierras de cultivo ya no son una red continua, como debería ser de forma ideal, sino que están divididos en terrenos de dachas. Ya no quedan lugares para pasear, junto con las dachas han aparecido automóviles y basura, se han perdido muchas especies de aves y animales salvajes y ya no se puede enseñar a los niños cómo es un bosque o un río, porque estas cosas ya no se encuentran cerca de la ciudad.
“Se ha destruido también el equilibrio ecológico, - comenta el experto. – Alrededor de las dachas se está formando un terreno pantanoso (debido a la tala de árboles, ya que estos absorben la humedad de la tierra), están desapareciendo plantas poco comunes porque, por culpa de la despreocupación de los dueños de las dachas, a menudo se producen incendios. Según mis cálculos, 100 metros cuadrados del terreno adyacente a una dacha o casa de campo transforman (negativamente hablando, se entiende) unos 500-600 metros cuadrados de la tierra que los rodea”.
Kaganski opina que se trata de la colonización de la región de Moscú par parte de un grupo de personas (los dueños de las dachas) en detrimento de otro grupo.
“Evidentemente, las dachas, especialmente en los años 90, eran un medio de supervivencia, pero no es correcto que regiones enteras dependan de ellas”, - asegura el científico. Al mismo tiempo, Kaganski no se refiere en estas declaraciones a las dachas antiguas, especialmente a las dachas anteriores a la Revolución, que eran auténticos centros artísticos y culturales. Esto, según él, es otra historia.
¿Qué cabe esperar pues de las dachas en el futuro? Los especialistas se muestran cautelosos a la hora de responder a esta pregunta: el interés por la naturaleza y la ecología ha crecido, pero por ahora el retorno al autoabastecimiento de la época soviética sigue en duda. En este respecto, como siempre sucede en Rusia, todo depende de la política exterior.