Fuente: Rbth.com
El curso académico en Beslán ya nunca comienza el 1 de septiembre. Los niños no acuden al colegio hasta el día 5. Pero hay una persona que cada año, el primer día del mes, visita la escuela a primera hora de la mañana. Rita Sidakova se pone en la cabeza un lazo de luto y recorre lentamente el conocido camino por el que su hija se apresuró aquel día camino de clase. Entra en el gimnasio de la escuela, derruido por las explosiones y el posterior incendio. Allí podría pasarse de pie un día, dos, sin comida ni agua, del mismo modo que su hija de nueve años, que pasó allí a punta de pistola las últimas horas de su vida.
“Állochka era mi única hija, largamente esperada, la criaba yo sola. Aquella mañana la llevé al colegio y me fui a trabajar. Recuerdo cómo, sentada en el despacho, de pronto me estremecí y miré el reloj: las 9:15. Al parecer, fue precisamente a esa hora cuando sonaron en el patio del colegio los primeros disparos. Y a los 10 minutos sonaba el teléfono: '¿Qué haces trabajando? ¡Han secuestrado la escuela!”, cuenta Rita Sidakova.Tres días sin agua
El tiempo pasaba muy lentamente. El 3 de septiembre, después de que retumbaran dos explosiones en el interior de la escuela, dio comienzo un asalto espontáneo. Algunos rehenes lograron salir vivos. Pero muchos se quedaron dentro.
Állochka fue enterrada en la Ciudad de los ángeles, así es como se llama la parte del cementerio de Beslán en la que descansan las víctimas del terrible atentado.
“Le agradezco enormemente que comparta mi dolor con el mundo.
Rita Sidakova. Fuente: archivo personal
La actitud buena y sincera de la gente del resto del mundo nos da fuerzas y alivia nuestro dolor. Ustedes nos hacen más fuertes”, declara mi interlocutora.
Las condiciones del secuestro
Estos días de septiembre permanecen en el recuerdo de todos aquellos que sobrevivieron a la terrible tragedia. Los antiguos rehenes vuelven al lugar del que consiguieron escapar a salvo para honrar la memoria de aquellos que no lograron hacerlo. Entre ellos se encuentra Madina Tokayeva, de 25 años. En el momento del atentado tenía 15.
Madina con su esposo y su niño. Fuente: archivo personal
“Las condiciones eran terribles. Los rehenes permanecíamos sentados en el suelo del gimnasio y alrededor de este los terroristas habían tendido unos cables. Nos decían que íbamos a morir pronto. Estábamos tan apretados que no podíamos ni estirar las piernas. Pero incluso en aquellas condiciones nos las arreglamos para dormir”.
A causa de las explosiones, Madina tuvo múltiples heridas, la mayor de ellas en la cabeza. A los heridos más graves los enviaron a los centros médicos federales. Madina y otros 11 niños heridos fueron enviados en un avión militar a Rostov, al hospital regional infantil. Allí le hicieron una operación cerebral en la que le extrajeron los restos de metralla. Hicieron unos esfuerzos colosales para que la joven volviera a caminar. Después de Rostov, continuó su rehabilitación en el extranjero.
“Ahora estoy casada y tengo un hijo de cuatro meses. La vida continúa a pesar de todo”, cuenta.
Quiero salvar vidas
El 3 de septiembre de 2004, Alan sobrevivió de milagro a las heridas. Un trozo de metralla le hirió en la cabeza y otro en la espalda, en la columna vertebral. El primer año pasó mucho tiempo en el hospital. Pero gracias a la ayuda de los médicos y a sus propios esfuerzos ahora ya no tiene ninguna discapacidad.Alan Kulov tiene casi 22 años. Es estudiante de quinto curso de medicina. Durante los últimos diez años el joven vive por él y por su hermano pequeño Oleg, que seguirá siendo para siempre un niño de ocho años.
“Evidentemente, lo sucedido le ha dejado una profunda huella. Cuando tuvo que escoger a qué se quería dedicar, me dijo: '¡Quiero salvar vidas!' Primero pensó en entrar en el ejército, pero su salud no se lo permitió y entonces decidió convertirse en médico. Ahora es un futuro dentista y mi principal ayudante”, comenta Zhanna Kulova, la madre de Alan.
Un alto precio
Las mujeres que perdieron a sus hijos han formado una asociación llamada “Las madres de Beslán”. Fue en este tipo de actividad social donde Rita Sidakova encontró el futuro sentido de su vida. Desde entonces vive sola. No quiere ni pensar en tener otro hijo, como han hecho muchas otras familias.
Rita Sidakova. Fuente: archivo personal
“Una de nuestras tareas principales es la asistencia social y la rehabilitación de los heridos, así como perpetuar la memoria de los fallecidos. Y hasta ahora seguimos pidiendo que se castigue a las personas responsables de este atentado terrorista. A aquellos que permitieron que los terroristas entraran en Beslán y en el colegio. Además, la forma en la que se llevó a cabo el asalto al colegio también ha levantado una infinidad de preguntas”, comenta Rita Sidakova.
Cada año, el 1 de septiembre, a las 9:15, en Beslán se sueltan globos al aire. Fue precisamente en ese momento cuando se oyeron los primeros disparos y los niños asustados abrieron sus manos, liberando los globos hacia el cielo. El 3 de septiembre, en la “Ciudad de los ángeles”, bajo el monótono sonido de un metrónomo, se oyen 333 nombres. Y el mismo número de globos blancos vuelan hacia el cielo, como si fueran las almas de los niños.
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