Fuente: RBTH
La bania se consideraba un lugar sagrado, porque se veía en ella la unión de todos los elementos de la naturaleza: agua, aire, fuego y tierra. Antiguamente los rusos creían que estos elementos se transmitían al hombre durante el baño y que le conferían fortaleza y salud. Ahora son muchos los que no creen en supersticiones, pero la tradición de ir a la bania no sólo no se extingue, sino que se hace más popular.
“Cuando los extranjeros visitan nuestras banias caen en un estado de éxtasis y admiración, pero cuando están dándose ya el baño de vapor su ánimo se enciende hasta el paroxismo”, cuenta al canal de televisión Rossiya Grigori Soloviov, vicepresidente de la junta de dirección de los Baños Sanduni, los más antiguos de todo Moscú.
Para el campesino de la vieja Rusia, la construcción de la vivienda empezaba con la de la bania. Como regla eran pequeñas casitas de madera que tenían una puerta y una ventana, situada casi debajo del techo.
El tipo tradicional de bania rusa es la bania negra. Debido a la falta de salidas de humo, todo el humo del fogón sale a través de una abertura en el techo y las paredes. Por eso, estas partes siempre están tiznadas de hollín y hay que lavarlas antes de cada baño. Antes de tomar un baño de vapor, todas las puertas y ventanas se abren de par en par para ventilar la caseta. Hasta que no saliera todo el humo, nadie volvía a tomar un baño, de lo contrario podía marearse. Pero, a pesar de las dificultades de preparación, las banias negras son únicas por la pureza del ambiente. Queda tan libre de gérmenes que es comparable a una sala de operaciones quirúrgica y sigue siendo la variedad de baños más beneficiosa.
“Muchos bañistas consideran que sólo la bania negra es la auténtica bania rusa. Pero ahora sólo en lugares remotos al norte de la parte europea de Rusia y de Siberia predominan las banias negras”, cuenta Antón Romanchenko, director del centro de baños “Ojta”.
En blanco
Con el tiempo en la bania negra se instaló una salida de humo, y se volvió blanca. Un tercio del espacio lo ocupaba el horno-estufa de piedra. Calentaba las piedras de la parte superior, que, a su vez, caldeaban el interior de la bania. Cuando las piedras se calientan, se apaga el fuego y se cierra el tubo de la portezuela. Empieza a salir el vapor, penetrando en los bancos superiores, donde el vapor es más caliente. En la actualidad es el tipo de bania más extendida en Rusia.
Ahora también es posible tomar un baño de vapor en una bania en movimiento, en un camión o en un microbús especialmente equipados. En la caja del “autobaño” se instalan una estufa y un perol para el agua. Dentro está acondicionada una bania al completo, incluso consta de una cabina de ducha. El fogón para la carga de leña se encuentra en el exterior por seguridad. Todo el interior de la caja del vehículo está revestido de láminas metálicas y tablones para que se mantenga mejor el calor.
“El mozo de la bania (o bañero) es igual que un médico que hace un juramento: no hagas daño al invitado, no te hagas daño a ti. Su trabajo es bastante pesado, supone un gran desgaste físico”, explica al canal de televisión Rossiya, Marat Jairov, presidente de la Asociación internacional del arte del baño. Para utilizar bien la escoba de abedul se necesitan conocimientos médicos específicos. El bañero debe vigilar constantemente cuál es el estado del cliente y decidir cuándo avivar el calor o bajarlo.“Una vez estuve en una auténtica bania rusa. Sólo se pueden encontrar en lugares remotos. En la taiga, cuando te llevan a una auténtica parilka (sauna), saben calentar correctamente el baño, te envuelven la cabeza, remojan las escobas de abedul y te azotan con tanto vigor que sales brincando a la nieve, te zambulles en el agua helada y entonces comprendes hasta qué punto eres feliz. Es algo que sólo se puede experimentar en Rusia”, reconoce Yegor Chernegov-Nomerov, maestro académico de canto y gran aficionado a los baños. Ha visitado todas las banias de renombre a lo largo y ancho del mundo, cada invierno viaja a Austria para disfrutar de las saunas locales, pero ni siquiera allí puede olvidarse de las emociones que procuran las banias rusas.
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