Fuente: RBTH
Corría el año 1778 cuando en la ciudad rusa de Tula, los dos hijos de Fiódor Lisitsyn, patriarca de toda una reconocida dinastía de trabajadores del metal y armeros, hicieron que el primer samovar viera la luz.
Puede que Iván y Nazar, no fueran los inventores de la ‘tetera autónoma’ por definición, puesto que en excavaciones arqueológicas en China y Azerbaiyán se han desenterrado dispositivos semejantes de más de 3.600 años de antigüedad. No obstante, el diseño de los hermanos Lisitsyn fue único e influenció a todos los que vinieron después. Todo esto gracias a la visión comercial de Nazar, que abrió la primera fábrica oficial de samovar y que pasaría de generación en generación.
Pero antes de continuar, ¿qué es y cómo funciona un samovar?
El samovar es un dispositivo que permite hervir el agua, generalmente para tomar el té (conocido a través de los mongoles). Antes me he referido a él como ‘tetera autónoma’ y es que al contrario del resto de teteras, que necesitan un fuego donde ponerlas, el samovar ya viene con su fuente de calor de serie. De hecho, la etimología de la palabra viene a ser samo, que significa ‘por sí mismo’, y varit, que significa ‘hervir’.
Es más, en Rusia pervive la expresión “sentarse junto al samovar” que equivale a tener una charla distendida y en buena compañía. Algo así como tomarse un café en España.
Un samovar tradicional consiste en un gran contenedor de metal con un grifo en la parte más baja y un tubo de metal atravesándolo verticalmente por la mitad. El tubo se llena con combustible, carbón principalmente, que al ser encendido calentará el agua del contenedor. A falta de carbón puro y duro, buenas también son las brasas o las piñas secas.
Radiografía de un samovar. Fuente: Vinos y Arte
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El samovar tiene en su parte superior una pequeña chimenea que puede ser retirada una vez que se ha apagado el fuego, a fin de colocar una tetera que se desee calentar. Esta tetera se suele usar para preparar un té bastante concentrado llamado zavarka y que se sirve añadiendo 10 partes de agua caliente del samovar por cada 1 del concentrado… aunque para gustos, ya se sabe.
Volviendo a la dinastía Lisitsyn, el nieto de Nazar, llamado Nikita consiguió promocionar el samovar en la Feria Panrusa de Nizhny Novgorod a mediados del Siglo XIX, hasta el extremo de extender la distribución a Bujara y Jiva. Allí, cuestión de modas, el samovar con forma esférica causaba furor. De hecho, el samovar fue cambiando de forma según la época. Así como al principio de su existencia se reproducían la forma de las copas rusas de cobre, a finales del Siglo XVIII se imitaba los recipientes del mundo antiguo (ánforas, urnas). Y por supuesto, el estilo recargado del siglo XIX afectó totalmente al samovar generando diseños increíbles.
Samovar con forma de barril de 1800. Fuente: Wikipedia
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En 1856, Nikita recibió una medalla y un kaftán (ropa de honor) en reconocimiento a la calidad de su producto. Y por si fuera poco, en 1863, participó en una exhibición en honor a la llegada del hijo de Alejandro II a Tula.
Fue precisamente en esa época cuando apareció un tipo de samovar llamado ‘combinado’ que funcionaba con alcohol, petróleo y carbón vegetal. A pesar de su originalidad y adaptabilidad a los tiempos, no gozó de gran popularidad.
La última transformación que sufriría por el momento el samovar tuvo lugar en los años 50 del Siglo XX. Y es que el famoso Plan Estatal de Electrificación llegó a este dispositivo, adaptando su diseño a los nuevos tiempos.
Samovar moderno destinado a los trenes de largo recorrido. Fuente: Ad·ven·tu·re blog
Y aunque esos nuevos tiempos se han llevado muchas tradiciones, la de tomar un té del samovar afortunadamente no ha desaparecido del todo.
Y es que es en esta tradición en la que radica la perpetuidad del samovar. Nunca antes y en ningún otro país, un utensilio de cocina ha sido tan respetado como este. El samovar siempre ha ocupado el mejor lugar de la casa y ha presidido la mesa en las grandes celebraciones, incluso se le llama ‘amigo de la familia’ o ‘general de la mesa’.
No quería terminar este homenaje a esta joya de la ingeniería rusa sin un par de datos curiosos:
- El samovar activo más grande del mundo fue construido –cómo no– en 1995 en Tula, con su media tonelada puede hervir hasta 450 litros de agua.
El samovar, presidiendo la mesa desde su invención. Fuente: Russian Samovars
- Por el contrario, el samovar más pequeño del mundo fue construido en el Instituto de Radiotécnica y Electrónica de la Academia Soviética de las Ciencias y es capaz de calentar una minúscula gota de agua, puesto que su recipiente mide 3,5 mm de altura.
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